Cómo tener ‘esa charla’ con tu mamá

Incómodo o no, seguramente vale la pena empezar una conversación sobre salud sexual con tu mamá.

Cuando mi mamá descubrió que estaba teniendo sexo (repito: “descubrió”) en ese momento no fue la situación ideal. En el día de la madre, decidí hacer una encuesta informal de mujeres de orígenes diferentes para descubrir cómo sus madres se enteraron sobre sus actividades sexuales. La encuesta reveló que no era la única: Muchas de nosotras no tuvo una experiencia ideal.

Un par de temas claves surgieron en la encuesta:

1) Sus mamás “simplemente ya lo sabían”. Una mujer dijo que su mamá sencillamente lo pudo intuir por su lenguaje corporal.

2) Sus mamás espiaban. Un par de mujeres se encontraron con la situación en la que sus mamás les leían los diarios.

3) Sus mamás encontraron accidentalmente un preservativo, una caja de píldoras anticonceptivas, etc.

4) Sus mamás lo descubrieron porque ellas se lo dijeron, pero generalmente no de manera directa.

Algunas mujeres decían que sus mamás aún no lo sabían, o al menos, que nunca tuvieron una conversación sobre el sexo con ellas. Esta clase de patrones muestran una triste realidad: hablar sobre tu salud sexual con tus padres, en particular cuando es la primera vez, puede ser difícil y hasta puede llegar a parecer arriesgado.

Sin embargo, generalmente vale la pena correr el riesgo. Las ventajas incluyen cosas como no tener que caminar de puntillas cuando se trata de anticonceptivos si estás en el seguro médico de tus padres, y no perderte potenciales consejos increíbles sobre qué hacer en una situación complicada. Si te interesa aprovechar de dichas ventajas, considera celebrar el día de la madre teniendo una buena conversación sobre tu salud reproductiva con tu mamá. Estos son los consejos, que también puedes seguir si hablas con tu papá, tu tía, tu otra mamá, etc.

1. Pregúntale a tu mamá sobre su propia experiencia. Si se encuentra reacia a abrirse al tema, recuérdale que la respetas y quieres aprender de ella.

Basada en la encuesta y en mi experiencia personal, una cosa fundamental que las madres quieren es que sus hijas no cometan los mismos errores que ellas cometieron. Muchas de las mujeres de la encuesta que dijeron haber tenido conversaciones abiertas con sus madres estaban al tanto de las elecciones que sus propias madres hicieron cuando eran jóvenes. Sólo cuando mi mamá compartió su experiencia con la píldora anticonceptiva ambas nos sentimos cómodas hablando abiertamente sobre los anticonceptivos.

2. Rompe el hielo con un chiste sobre algo importante que comparten las dos.

Cuando estábamos en el tema de la píldora y descubrí que mi mamá solía tomarla, hablé con ella sobre los efectos secundarios para establecer una línea de conversación relevante y menos complicada. Nota: si eres una mujer que está por entablar una conversación con su mamá, los cambios de estado de ánimo durante la menstruación pueden ser un buen punto de partida. Se pueden compadecer por los efectos secundarios de la regla, como los cólicos y la hinchazón (hay muchas cosas que nos unen como mujeres, ¡aprovéchalas!).

3. Dile a tu mamá que quieres hacer las cosas de una manera responsable y aprovechar las ventajas de los servicios de atención médica preventiva.

Si tienes seguro, los servicios de atención preventiva para las mujeres, como pruebas well-woman, el asesoramiento sobre métodos anticonceptivos, las pruebas de ITS y asesoramiento y pruebas de detección de cáncer, deberían estar todos cubiertos sin gastos directos de tu bolsillo. Si tu mamá te pregunta por qué te interesan estos servicios, no tienes que mentir. Dile: “para mantenerme en buena salud”. Además de prevenir el embarazo, los anticonceptivos pueden brindar otras ventajas como ayudar a regular tu regla, reducir los dolores menstruales, eliminar el acné, prevenir quistes ováricos, y más. Si tu mamá no está completamente en contra de los anticonceptivos, puedes insistir en el tema (y con el tiempo, en el tema de la salud sexual en general) durante tus conversaciones cotidianas.

Lo aprendí a las duras. En ese entonces, pareció que nuestra relación estaba en un mal momento ya que mi mamá había descubierto algo sobre mi vida sexual, pero por último nos terminó acercándo mucho la una a la otra. Parece una locura, pero me alegra que haya hecho lo que hizo. Así es cómo fueron las cosas.

Cómo lo descubrió

Estaba hablando en mi teléfono de casa. Cuando digo “teléfono de casa”, quiere decir línea fija. Cuando digo “mi” teléfono de casa, me refiero a que teníamos dos líneas en casa, una para mis padres y una para mí. Una funcionaba principalmente como línea telefónica para internet, pero también era “mi” línea. Era un arreglo muy de adolescente a principios de la década del 2000.

La historia cuenta que mi mamá agarró el teléfono para ver si la línea estaba disponible para poder usar el Internet. En cambio, escuchó se dio con una conversación que estaba teniendo con una amiga, en la cual mencionaba que estaba preocupada porque aún no me había llegado la regla.

Así es.

La confrontación

Un par de días después, al volver de la escuela, mi mamá me llamó al comedor. Mi papá y ella estaban sentados a en la mesa, en silencio y evitando el contacto visual conmigo.

Con una cara impasible mi mamá me dijo: “¿hay algo de lo que quisieras hablar con nosotros?”

Esa fue la línea de partida de una discusión sobre mi edad, mis elecciones, el hecho que salía con alguien, el embarazo y así sucesivamente por horas. La primera suposición de mis padres era que mi novio me había presionado para tener sexo. Cuando les dije, “en todo caso, fui yo quien lo presioné a él”, la discusión llegó al límite de las discusiones entre adolescentes y padres. Al final, me dijeron que no podía ver más a mi novio.

En un momento dado de la discusión, me preguntaron “¿por qué no nos lo dijiste?”

Pero no se dieron cuenta de que lo había intentado, muchas y otras veces.

Trataba de hablar

Al final de mi primer año, conocí al chico con el cual estuve saliendo durante la mayor parte de la escuela secundaria. Una vez que salí con él por un tiempo, empecé a tratar de hablar con mi mamá sobre las relaciones que tenían mis amigas, para abrir una conversación sobre la mía. En cada ocasión me daba cuenta de que estaba tiesa o se ponía a la defensiva o hablaba de manera acusatoria, algunas veces amenazaba de prohibirme ver a mi novio y a mis amigos.

Tenía la sensación de que mi mamá creía que yo era otra persona, o que se negaba a aceptar quien era. Eso nos separó aún más. Cuando descubrió que había tenido sexo, pude ver que la realidad la la aó, y no me sentí bien al respecto.

El momento de la verdad

El día después de la discusión, mi mamá me vino a buscar a la salida de la escuela. Dijo que iríamos del ginecólogo. Cuando le pregunté porqué, respondió, “porque no voy a pagar para que críes a tu hijo”.

En la sala de examen había dos sillas, una junto a la otra contra la pared. Nos sentamos una al lado de la otra sin decir nada, esperando. Cuando llegó el médico, su expresión decía que habríamos reinstaurado la conversación que mis padres y yo habíamos dejado.

“Vas a quedar embarazada. Vas a contraer una ITS. Eres demasiado joven para tener sexo. ¿Te presionó para que lo hagas? Pobre de tu madre.”

“No. Fue mi idea. En todo caso, fui yo quien insistió.” Mi declaración de relaciones públicas del 2003.

Notaba que al lado mío mi mamá se estaba enojando, estaba temblando levemente.

“Volveré en un segundo para empezar el examen”. El médico se fue, cerrando la puerta bruscamente.

Empecé a llorar. “La odio”.

“Tiene razón”.

“No, no la tiene”. “Es una zorra” (ahora ya no llamo más zorras a las mujeres, pero en ese entonces sí. Además, esa mujer era una especie de zorra).

Mi mamá no dijo nada mientras salía de la habitación para que me desvistiera. Un par de minutos después, regresó con el médico, y el examen empezó.

“¿Quieres darle la mano mientras lo hago?” preguntó el médico, mirando a mi mamá. Le agarré la mano. La mantuve durante todo mi primer examen ginecológico, apretándola firmemente.

Después del examen, mi mamá y yo nos sentamos y esperamos a que volviera el médico con su consulta final, o como yo lo veo, el insulto final.

“Te haré tomar píldoras anticonceptivas”, dijo mi mamá tranquilamente. “No significa que puedas tener sexo,” me dijo apuntándome con su dedo.

Nos miramos recíprocamente con lágrimas en los ojos y caras retorcidas de rabia que estaban empezando a calmarse. El médico volvió y nos invitó a entrar en su oficina, donde se sentó detrás de un gran escritorio de caoba. Le dio la receta de los anticonceptivos a mi madre y sonrió con suficiencia.

“Eres la paciente más joven a la cual le haya escrito una receta de anticonceptivos”, dijo. Se tomó una pausa. “Quiero volver a verte dentro de un mes para asegurarme de que el anticonceptivo funcione bien para ti, ¿ok? Ok. Simplemente pide una cita por adelantado para dentro de un mes con la enfermera.”

Mientras mi mamá y yo salíamos de la oficina, me paré al lado de la enfermera, pero mi mamá siguió.

“¿Dónde vas? Tenemos que pedir otra cita, ¿recuerdas?”

Mi mamá paró y se dio vuelta. “Pensaba que dijiste que era una zorra.”

Me quedé quieta, pensando que quería decir que todo esto había sido una mala idea y que no podía tomar anticonceptivos. Después sonreí porque me di cuenta de que mi mamá me estaba proponiendo ir a un médico diferente. Ella me sonrió a su vez.

“Encontraremos a otra persona para ti. Tienes razón, es una especie de zorra.”

Por más sorprendente que parezca, ese fue el momento en el que todo cambió para mejor.

Mi mamá me salvó la vida

A menudo le digo a las personas que, “mi mamá me salvó la vida”. Me salvó de una vida que no hubiera estado a la altura de la que tengo hoy. Para hacerlo, se tuvo que tragar su orgullo y confiar en mí como joven en lugar de como niña.

Este día de la madre, quiero agradecerle a mi mamá por haberme dado los anticonceptivos, especialmente en un momento en el cual era una decisión difícil de tomar. Conozco sobre mi salud sexual y reproductiva porque mi madre sabía que era mi derecho saberlo. Si no has hablado con tu mamá sobre estas cosas, inténtalo. Las ventajas pueden ser mucho más que las desventajas.

Escrito por Chelsey Delaney

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